La imposible tarea de enfrentar a Sara Carbonero y Paula Echevarría

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Pedro Pernía

Por MASSIMA POTENZA

Decía Pedro Almodóvar que una vida en la que todo es perfecto, en la que nadie engorda y se desespera por engordar aunque se atiborre a donuts, en la que la fidelidad de los amantes es una regla meridiana y en la que se es guapísimo sin necesidad de un tironcito aquí y un pinchacito alla, puede ser maravillosa, pero que interesar, interesa lo mismo que un pimiento. Y en noches de lentejuelas, lamés, plumas y diamante, en las que el glamour es el común denominador y la alta costura patente de corso, hay que buscar la tensión dramática porque sino, te pierdes en el tedio como vaca sin cencerro. Desgraciadamente, la triste desaparición esta semana de Óscar de la Renta todavía sobrevolaba como un grajo negro sobre todo aquel que se dedica y vive por o para la moda, y si no hay más trágico que una muerte para, por otro lado, alentar a poner sal y pimienta a la vida, buscar una guerra entre bloggeras siempre te puede solucionar una crónica.

 

Nos da mucho la risa.

¿De verdad? Dicen que sois rivales… “.

Qué va. Te repito. Nos da mucho la risa. Porque entre nosotras hay todo lo contrario. Ella me parece guapa, no, reguapa”.

 

Vaya por Dios. Era Paula Echevarría la que hablaba y la que me metía cizaña era yo intentando encontrar un hueco en el que poder sembrar la semilla de la desconfianza. La desconfianza con Sara Carbonero, que tampoco es moco de pavo. Ambas son guapas, mujeres de éxito, felices esposas de hombres guapos y con éxito, y madres de figura envidiable de niños con cara de anuncio. O sea, algo insoportable. Dos mujeres así, trabajando en la misma publicación y reportando sobre moda no pueden quererse. En el índice de un manual de la compañera perfecta, idénticas variable sólo pueden llevar a un mismo resultado: odio.

 

Pero nada, solo leyendo entrelíneas con microscopio y apelando al superego ese “ella me parece guapa, no, reguapa” sin nombrar a Sara, podría esconder cierto recelo. La realidad quiso golpearme otra vez porque Sara y Paula se abrazaron, besuquearon y tocaron como amigas quinceañeas de toda la vida.

 

Sara, con un vestido negro en terciopelo cruzado que dejaba ver en uve su pecho y el cruzado de sus piernas, rendía un homenaje así al diseñador dominicano, y comentaba con cierto resquemor que se le preguntara por su nuevo tatuaje que ha dado lo suyo que hablar en las redes sociales.

 

¿Dónde está? ¿qué es? ¿dónde te lo has hecho?

Mira, es una cosa muy pequeñita y tampoco tengo por qué enseñar todo lo que me hago…

 

Respondona que me salió la periodista, ella que tanto debiera saber de preguntas y de lo que se consigue con la insistencia. Pero hubo que quedarse con las ganas de verlo, el tatuaje, digo, e imaginar si se tratará de un ancla rollo bucanero o si como aquel que cantaba Concha Piquer, se encontrará directamente en el pecho. Pero Sara es fría contestando, como una reina en el destierro. Por cierto, en cuestión de estilo, le gusta Rania, regente en Jordania.

 

Coincidió en el photocall con Naty Abascal para quien Óscar de la Renta, más que diseñador de cabecera –Valentino ejerce esa función-, era un hermano. Sara de negro y Naty de blanco, en plan Baccara. Pero Naty no abrió la boca. Tampoco es cuestión de frivolizar con los sentimientos y llorar en una fiesta por la muerte de un ser querido. Las fiestas, al final, están para disfrutarlas y dejar los problemas en la puerta, que eso sí, se vuelven a recoger a la salida como el bolero de plumas de marabú. El de Naty era espectacular. No es de extrañar que Paula Echevarría se mire en ella. Para la asturiana, la musa de Helmut Newton es en sí misma “glamour”.

 

Eugenia Silva, en cambio, sólo admitía preguntas sobre el diseñador. Vida privada no, pero si una reacción por el difunto, que oye, informativamente hablando, te hace un favor. Vestida de rojo por Carolina Herrera, a la top se le saltaban las lágrimas. “Óscar era un señor en todos los sentidos. Muy buena persona. Historia de la moda e historia de mi vida…. Me pongo muy triste hablando de él. Son muchos recuerdos. Si no hubiera sido por Oscar, no sé qué hubiera sido de mi vida como modelo…”.

 

Porque hay personas que te marcan y otras que, sin saber cómo, fueron testigos de momentos irrepetibles. Lo contaba Roberto Cavalli que después de hacer un panegírico sobre la belleza de la mujer española a lo Romero de Torres (“mi piace la donna spagnola, con gli occhi che esprimono calore e sensualità. Infatti, è la mia donna. Sensuale, bella ed speziale”) confesó que ambos, dominicano e italiano, fueron jurado en un certamen de Miss Universo, precisamente en la edición en la que el florentino conoció a su mujer. Desde entonces, casi cuarenta años de feliz matrimonio.

 

A Inés Sastre eso, plin. Que ni casarse ni gaitas. No lo dijo así. Solo reía, que Inés es muy simpática, es por echarle prestancia a sus declaraciones que accesible sí, pero vana, la que más. Nada que ver con Elia Galera que se ha casado con Iván Sánchez en total intimidad, casi casi de incógnito. Por no llevar, no lleva ni anillo de casada.

 

“¡Qué te has casado!”, se le preguntó (como a Sara Montiel en sus tiempos de cubanismo). Y atención a la respuesta: “¿Qué ha pasado? ¿Si? Mira, sería mucho más rica de lo que soy si me gustara airear mi vida privada”. Pues recurriendo a las sabias, como decía Coco Chanel. “Nunca se es suficientemente rica, ni delgada”.

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