La gran transformación de Inma Cuesta

La actriz está más cambiada que nunca, por eso repasamos cómo ha sido su evolución ante nuestros ojos

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Qué bien nos sienta cumplir años. Aceptarnos. Conocernos. Querernos. Y cuánto daño hace la inexperiencia. Pongamos por caso a Inma Cuesta. La actriz del año 80 se presentaba en la 30 edición de los Premios Goya con un vestido que años atrás jamás se habría puesto. Era una de las mejor vestidas, pero también de las más arriesgadas y, a la vez, de las más modernas. ¿Cómo lo ha conseguido? Tan fácil como cumpliendo años.

Echemos la vista atrás y veamos qué escogía para acudir, por primera vez, al Festival de Cine de Málaga. Un vestido sin personalidad, zapatos peeptoes (¡cuánto nos gustaban entonces los peeptoes!) y medias de esas transparentes que provocan más brillos que un rollo de papel de aluminio. ¿Qué ha pasado para que pegue tremendo cambiazo? Tan solo que ha dejado pasar el tiempo. En 2009 era una novatilla de estos asuntos, le ponía ganas, pero todavía no tenía la técnica depurada de la que presume hoy día. Son 7 años y en este tiempo ha podido encontrar cuál es su verdadero estilo y con qué anda cómoda.

Igual que lo ha hecho ella y su estilismo, también han cambiado sus proyectos, de tener un personaje anecdótico en su primera incursión en el cine, a ser la Novia, uno de los personajes más frágiles y con más dramatismo de la historia de nuestro teatro. La adaptación de ‘Bodas de Sangre’ de Federico García Lorca por parte de Paula Ortiz nos ha recordado lo estupenda actriz dramática que es Cuesta, aunque tantas y tantas veces la hayamos visto haciendo comedia en la pantalla grande.

Qué bueno es el cambio y qué bien le ha sentado a Inma Cuesta.  

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