Con los ojos trémulos, pero aguantando los flashes, sonriendo tímidamente, pero con tensión en el rictus. Ana Fernández estaba a punto de estrenar para el gran público su primera película como protagonista y la cinta elegida para cerrar la XVIII edición del Festival de Málaga, 'Solo química'. Tenía responsabilidad, sí, pero ella está curtida en rankings de televisión... Hace un año, la joven actriz pisaba esa misma alfombra roja con el pelo castaño recogido en una trenza, de rojo y negro, morenísima, con más confianza, y, sobre todo, feliz y abrazada por los hombros –no había momento en que no lo estuviera- por quien era su amor para toda la vida hasta que la carretera se llevara por delante a Santi Trancho. Este año, Ana, cogida del brazo de su representante y, sin mirar a los lados, vacilar o pararse un instante ante nada ni nadie, entró en el Teatro Cervantes..

 

Todo el día había atendido a la prensa –también a Lecturas- haciendo su papel, tranquila, amable, incluso sonriente, contestando a las preguntas referentes a su último trabajo, sus impresiones, sus sensaciones... pero quizás el calor del público, esos gritos de niñas quinceañeras como ella en su papel en la película de Albacete -una dependienta de perfumería absolutamente enamorada de un ídolo de la pantalla, argentino y guapetón-, o quizás las obligaciones de la promoción que ya duraban todo el día, los recuerdos. O el cielo de Málaga, todo el día encapotado y punto de romperse,  casi consiguieron que Ana se deshiciera como un montocillo de arena en la playa batido por el mar.

 

Con el cabello en ondas rubias recogido en un pequeño moño en la nuca, el labio rojo granada y vestida en nácar y gasa nude, Ana (Carlota) Fernández, como aparece en los créditos del filme, parecía una estrella de la época dorada de Hollywood, entre Grace Kelly o la Betty Francis, de 'Mad men', y acaparaba toda la atención y también el respeto de la prensa. ¿Podría hablar? ¿Se referiría a lo que hace tan solo mes y medio la vida le arrebató? ¿Lograría mantenerse en pie sin desvanecerse? Tan delgada, tan delicadamente rubia y frágil hacía pensar que no. Pero a lo mejor, quizá, sus maneras de actriz, le permitirían articular alguna frase más allá de las profesionales. No fue así. Era su primera aparición pública. La primera y quizás era demasiado.

 

Porque la alfombra de la clausura del certamen del cine español había sido una fiesta. Sin recatos y excesiva. Especialmente con Hiba Abouk. Si en la anterior edición revolucionaba al pabellón másculino con un busto que retaba el desbordamiento de su palabra de honor y en la anterior de la anterior era la exótica pareja de Hugo Silva, esta vez, un diseño de Vicky Martín Berrocal, la convertían en la mujer más sexy y sugerente de cuantas han desfilado por Málaga y miles de kilómetros a la redonda en años

 

“¡Va desnuda!” “¡Pero si se le ve el cu...!” ¡Cómo está, cóooomo está...!” decía el respetable como un coro griego una vez que tragaba saliva. Traje largo y rojo con corte sirena y los laterales, desde el escote al tobillo, en encaje dejando ver la totalidad de su silueta tal y como Dios la trajo al mundo. Pecho, costado, cadera, muslo... Un derroche.

 

“¡Qué fuerte eres Hiba!”. “Sí ¿tú crees?”, respondía juguetona y seductora la recatada Fátima de 'El Príncipe' a sabiendas de que había logrado la imagen más lúdica y atractiva del estival. “Cómo sabes acaparar portadas...”. “Claro, yo, cuando salgo, salgo a por todas. Ya voy a aprendiendo”, respondía a Lecturas con su melena morena tapándole un ojo como Jessica Rabbit diciendo aquello de “yo no soy mala, solo me han dibujado así”.

 

Y si Hiba atesora los mayores éxitos de audiencia de la tele, Natalia de Molina, de princesita por Thename, el récord de pelis a festival y dos a la mejor actriz de esta edición poniendo de acuerdo a jurado y público. Ah, y Juana Acosta, el de la más elegante con su Oscar de la Renta de la última colección del dominicano y con un marido como mejor actor. “Está en Tenerife haciendo teatro Yo vengo a recoger su premio”. “El no estaba en las quinielas, tú por 'Tiempo sin aire', sin embargo, en todas”. “Para mí, eso ya es un premio –respondía Juana- y con el de Ernesto, dos a los que encontrar sitio en la estantería en casa”.

 

“Lloré. Me llamaron por teléfono y no pude remediarlo. De alegría, claro y porque pensé, con tanta película todos los días ¡no se han cansado de mí!”, confesaba entre risas y lágrimas Natalia de Molina, a pocos metros de su hermana, también actriz, y mirándose en su alegría, una satisfacción doble, dice, porque su protagonista en 'Techo y comida' es de esos que remueven muchas cosas por dentro y que cuesta ver. “No sabía si el publico querría ver eso que a veces está a la vuelta de la esquina, que te pide un euro, que te incomoda cuando tomas un café con tus amigas”.

 

“Mi chica se ha quedado en casa con las piernas en alto”, confesaba el gran vencedor de esta semana de cine español con permiso de Leticia Dolera, Daniel Guzmán completamente enamorado de su abuela que es mencionarla y no poder ocultar su emoción. Ella es la protagonista de su primera película como director, y no sólo como actriz, sino también como motivo de que la haya hecho y como talismán para alzarse con cuatro biznagas nada menos. “La he tenido que llamar. Cada vez que me daban uno: "Abuela, que ya dos. ¿pero de qué, bonito? Premios. Ahhh.... ¿Y? Pues que ahora tengo que ir a recogerlos... Tres, abuela. ¿Tres qué?. Y así”. Tiene 93 años y casi con un siglo a sus espaldas se ha aprendido de memoria un papel que recorre más de una hora y media de metraje. “Es un actrizón de los que no se ven. Y es mi abuela. Sin ella, no habra sido posible este sueño ni ninguno de los que he logrado en mi vida. Ni mi vida”.

 

Por Luis Nemolato