Por CONCHI ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS

 

¿Quién diría que hace unos años Kim Kardashian no era bien vista por la industria de la moda? Pocos (por no decir ninguno) diseñadores confiaban en ella para la tarea de lucir sus vestidos en sesiones de fotos y alfombras rojas, pero todo cambió cuando llegó Riccardo Tisci, actual director creativo de Givenchy y amigo personal de Kanye West. El rapero le pidió, como favor personal, a su amigo italiano que comenzara a vestirla y a convertirse en una especie de estilista personal de su chica. Eso cambió todo. Portadas en las revistas de moda de más prestigio, primeras filas en las semanas de la moda de Nueva York y París, y hasta un contrato como imagen de una de las firmas asociadas al lujo, a la clase y a lo atrevido, Balmain. Así, Kim ha conseguido pasar de ‘patito feo de la moda’ a un bello cisne con el que todos quieren trabajar.

 

Elevada a los altares estilísticos por obra y gracia de Tisci, el diseñador reconoce su mérito: “No la aceptaba nadie y ahora todos se mueren por vestirla”, dice el italiano, el mismo al que muchos tacharon de ‘acabado’ por haber accedido a convertirse en su Pigmalion. “No me importó lo que decían de mi”, confiesa a la revista Details. Él sabe que sin su ayuda no se habría podido producir la transformación, una transformación que ha incluido a los demás miembros de la familia Kardashian, pues, sin ir más lejos, Khloe también se ha visto beneficiada por la varita estilística de Tisci.

 

Riccardo, que desde que la conoció cayó rendido a los pies de la ‘celeb’, ha sido el encargado de vestirla en algunos de sus momentos más importantes, siendo, el que más, el de su boda. Tisci diseñó para ella un vestido que nada tenía que ver con los anteriores modelos que había lucido Kim en sus otros matrimonios. Este, sexy y sensual, también resultaba tremendamente elegante y estiloso, algo no habían cumplido los otros vestidos con los que dio el ‘sí, quiero’.

 

Desde luego, el cambio en Kim es notable. Ya queda poco de la muchacha que adoraba los volantes, los estampados imposibles y los tejidos brillantes que usaba allá por 2007. Ahora nos presenta la mejor versión de sí misma, para regocijo de ella, de las firmas de moda, y, por supuesto, de su marido, que ahora debe respirar tranquilo tras haber convertido a su chica en un nuevo icono ‘fashionista’.