Nos queda mucho camino por recorrer. Más del que, a veces, pensamos. Poco a poco, hemos creado una sociedad más justa, más igualitaria, más integradora, pero, entonces, hechos como el que ha sufrido el diseñador Juan Avellaneda nos ponen, desgraciadamente, los pies en la tierra. Un agrio baño de realidad con un mensaje muy claro: no podemos parar la lucha contra la homofobia y la discriminación. El estilista amanecía con una pintada en su estudio. 'Marica', le habían escrito. Y lejos de amedrentarse, reaccionaba con la fuerza y la contundencia que nos hace sentir orgullosos. Grande, Juan.

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Juan Avellaneda

Basta darse una vuelta por las redes sociales para observar todo lo que nos queda por cambiar. Cualquier rostro popular LGTB comparte, con naturalidad y amor, una fotografía con su pareja y llega la lluvia de insultos y amenazas. Una homofobia que, como el machismo, campa a sus anchas por los entornos virtuales y arrolla lo que toca. ¿Qué lleva a alguien a parapetarse detrás de la agresión verbal? ¿En qué momento el insulto se convierte en la respuesta? ¿En qué hemos fallado como sociedad? La respuesta, desde luego, solo está en nuestra mano. En la de todos.

Juan Avellaneda se convertía en el último que alzaba la voz para denunciar la homofobia. Una que ha tenido que sufrir en sus propias carnes. El estilista se encontraba una pintada a la llegada a su estudio. 'Marica', le habían escrito. Rápidamente, reaccionaba y compartía la imagen en sus redes sociales. “La gente es muy valiente desde el anonimato”, escribía. “Prefiero ser un marica que da la cara a alguien cobarde, sin educación, sin valores y absolutamente gilipollas”. No se quedaba ahí.

Actos así demuestran que aún nos queda mucho por hacer”, reflexionaba en voz alta. “Actos como el del 8 de marzo o para reivindicar las minorías son, actualmente, totalmente necesarios”. Solo así conseguiremos una sociedad mejor, una vida mejor para todos. Cuando consigamos entender que la mejoría de unos repercute en los demás acabaremos con esta lucha de bandos que nos mantiene hastiados. No son caprichos, no son modas, no son oscuras maniobras para arrebatar terreno ajeno. Es, simplemente, igualdad. Son, simplemente, los mismos derechos.

Puede que la homofobia se encuentre con discursos como el de Avellaneda. Alguien capaz de plantar cara y sacar pecho contra las injusticias. Alguien que, posiblemente, ha pasado por el dolor y ha sabido darle la vuelta. No siempre ocurre así. Diariamente conocemos casos de agresiones físicas, de adolescentes que luchan en su día a día, de víctimas que no consiguen superar el acoso. El odio no es un divertimento. Los comentarios no desaparecen en la nada. Todo tiene sus consecuencias. Muchas veces, fatales.

Nos queda mucho por recorrer. También hemos avanzado mucho, no nos quedemos solo en lo negativo. ¡Quién nos lo hubiera dicho hace unos años! Apostemos por la educación. Es ahí donde tenemos que centrar esfuerzos. El camino está abierto. Juntos llegaremos más lejos. Venga, no hay tiempo que perder.