Cristina, siempre dispuesta a luchar

Infanta Cristina

Doña Cristina era un miembro de la realeza y al mismo tiempo una mujer moderna, dinámica y ambiciosa, y decidida a ser reconocida más por lo que era que por su herencia.

No solo era la primera mujer de la familia real española que conseguía una licenciatura, sino que también fue el primer miembro de la familia real que tuvo un puesto remunerado. Por ser la hija mediana, se veía encajonada entre doña Elena, a la que, según algunos comentaristas, doña Cristina preferiría ver en el trono, y don Felipe, que algún día lo heredaría.

Al igual que doña Elena, la infanta Cristina siempre había querido llevar una vida normal, e intentó encajar entre sus compañeras de clase. Puede que doña Cristina no tuviera el don de gentes y el atractivo popular, pero pero tenía una energía y una independencia que doña Elena nunca tuvo. Enormemente competitiva y obstinada, doña Cristina se definía instintivamente a sí misma como una persona distanciada de su posición social pero también del resto de su familia. José Luis Doreste, un navegante que compitió con doña Cristina en los Juegos Olímpicos de Seúl, está convencido de que la posición de doña Cristina era un verdadero inconveniente. Luchó durante años por encontrar un empleo que valiera la pena, no uno caído del cielo haciendo honor a su título. Y añade: “A mucha gente le resultaba complicado darle trabajo a la infanta”. Marta Mas, compañera de regatas e íntima amiga, describía a doña Cristina como una persona “hiperactiva”, que no podía dormir la noche antes de realizar una presentación o de dar un discurso. “Estaba preocupada por el trabajo”, contaba Marta.

A doña Cristina, una joven ambiciosa, su determinación de distanciarse de la familia real le dio resultado. Era feliz en Barcelona, con un círculo de amigos íntimos y muchas actividades al aire libre. Doña Elena y Jaime habían asumido la carga de trabajo regio de doña Cristina, a la que se la veía durante las vacaciones familiares en Mallorca con unos pantalones cortos y la melena rubia recogida en una sencilla coleta. Salía hasta altas horas por los bares de Puerto Portals y bailaba con la música de Sting y Michael Jackson en las discotecas de la isla. En cuestión de hombres, doña Cristina era agresiva a la hora de ir en su busca, igual que cuando iba en persecución de un velero rival durante una regata. Le gustaba lo obvio: hombres deportistas, altos, sexys y musculosos. Finalmente, se casó con Iñaki Urdangarin, jugador de balonmano. En ese momento Iñaki pasó a ser el duque de Palma. Había querido impresionar de tal manera a su esposa, al Rey y a su propia familia que le habría resultado humillante admitir que no podía mantener a su familia de la forma a la que ya se habían acostumbrado. Y contra toda lógica, a Iñaki debía de resultarle aún más mortificante ver a su esposa encadenar un éxito tras otro en su profesión. Tras doce años trabajando en la Fundación La Caixa, doña Cristina fue ascendida al puesto de coordinadora del programa de Cooperación Internacional, un nivel de responsabilidad al que tan solo había llegado un puñado de colegas suyos.

[Extracto del libro de Andrew Morton –biógrafo de Lady Di y colaborador habitual de Lecturas– 'Ladies of Spain', publicado por La Esfera de los Libros].

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