Desde el día 2 de mayo sólo un sonido impera en los pasillos del palacio de Kensington, el llanto de un bebé. Esa bebé es la princesa Charlotte, que parece haber nacido con pulmones fuertes, porque desde que llegó a casa, lo único que ha hecho ha sido llorar. Y comer, imaginamos, que si no eso no hay cuerpo que lo aguante. Los que no lo soportan más son sus padres. Guillermo y Kate están asombrados con la capacidad vocal de su criaturita, tanto, que el duque de Cambridge ha reconocido que por culpa de la niña no hay quien pegue ojo. ¿Serán ellos los que se levanten en mitad de la noche a atender al bebé o mandarán a la ‘nanny’ española? Pues parece que por el chascarrillo que soltó él en plena visita a la selección inglesa de fútbol femenino de Staffordhire, son ellos los que se ponen el batín y van dando traspiés medio dormidos por todo el pasillo con la niña en brazos.

 

La pequeña, que ya apunta maneras de guerrera desde la cuna, recibió como obsequio una camiseta diminuta del equipo de fútbol con su nombre serigrafiado en la espalda y el número 1. ¿No sería estupendo tener una princesa futbolista? Ya nos la imaginamos cambiando las bailarinas por las botas con tacos y ensuciándose entera tras marcarle varios goles a su hermano George, que le pegaría todo proteger la portería.

 

Las chicas del equipo, tras esta visita, destacaron la buena disposición del duque y lo implicado que está con su paternidad. Algunas de las jugadoras remarcaron que notaron que Guillermo estaba disfrutando mucho esta faceta de su nueva vida, aunque la pequeñina no los deje descansar.