Es el gran favorito para ganar, y eso que Blas Cantó (25) nos cuenta que su propósito para concursar en ‘Tu cara me suena’ –que ha cumplido con creces– era mucho más humilde: “Que el público me descubriera independientemente de Auryn”. Este joven murciano vive por y para la música desde que tiene uso de razón: con solo 8 años debutó en el programa ‘Veo veo’ de Teresa Rabal. Su dedicación por la música, confiesa, suplió desde pequeño sus carencias, la mayor de ellas, la ausencia de su padre. Hoy día, nos cuenta, se ha reencontrado con él y han retomado la relación.

La tele ya no será tu asignatura pendiente, como solías decir.
A mí me encanta el estudio de grabación y el escenario, no veas, pero la televisión… Yo, me echaba para atrás porque la sentía fría o que había algo en mí que cambiaba cuando llegaba a la televisión. Me sentía muy cortado, pero este programa está consiguiendo que me relaje y que la disfrute. Al menos, yo ya no me corto tanto. Tengo claro que mi rol en el programa no es hacer reír, que a lo mejor si gasto una broma no cae igual de bien que si lo hace Yolanda Ramos.

Pero tengo entendido que tú, con Yolanda y Beatriz sois un trío humorístico tremendo…
¡Y Canco! Nos reímos un montón. De todo. Todo lo comentamos. Yo creo que podemos ser un poco peligrosos [risas]

¿Una tara?
Cuando fui creciendo y empecé a tener uso de razón y fui descubriendo la vida y fui haciéndome mayor, me di cuenta que necesitaba, como todo el mundo, alguien que me guiara en el camino… Hablo de un psicólogo, de un terapeuta, lo que sea, porque hay un momento en tu vida en que te pierdes, que dices: “No quiero cantar más porque no estoy siendo feliz”. Porque siempre hay una crisis y el que diga lo contrario, miente. En tu vida siempre hay un punto de inflexión, un momento en el que te replanteas todo y dices: “No sé qué quiero hacer, pero esto no sé si me hace feliz”. Yo, por ejemplo, en las firmas de discos estaba siempre agobiadísimo con tanta gente, viendo a todo el mundo a mi alrededor pero, al mismo tiempo, sin ver a nadie. Y eso me hacía desvalido. Pequeño.

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