Ha cumplido 60 años, pero no hace balance. Corregimos, sí que lo hace, pero cada día. Porque si echa atrás esos ojos color miel, las seis décadas vividas no las mira con nostalgia, ni con melodrama (su carácter es proclive a eso), ni siquiera con melancolía. Bibiana Fernández ha vivido como ha querido, ha arriesgado lo que el amor le exigía y ha luchado duro por ser como es y llamar a las cosas por su nombre, especialmente en el amor. (Sí, otra vez. El amor. Ahora todo lo deposita en su perrita Hope, su ‘hija’).

Cumples 60...
60 como 60 soles.
¿Cómo lo llevas?
Yo estoy como nunca. Estoy para comerme. Pero actualmente  estoy en un trance porque estoy a punto de hacer una mudanza. Con todo lo que tengo que hacer, me voy a volver loca. Más loca. Pero lo tengo que hacer para ahorrar. Las cosas están malas y hay que ahorrar, no queda más remedio. Me voy de una casa estupenda, pero no me puedo quejar, pues hay gente que tiene que irse a la de sus primos, sus tíos o sus abuelos. Yo, como no tengo ni primos ni tíos ni abuelos, no sé dónde me metería, pero alguien me recogería.
¡Seguro que sí!
A mí sí, pero mis vestidos, mis zapatos, mi perra... Me tendría que ir al campo.
¿Pero tienes falta de liquidez? ¿Problemas de trabajo?
Tengo unos cargos, unas obligaciones, y me he dado cuenta de que no me puedo permitir la casa. Pero el trabajo me va muy bien. Tengo un proyecto de teatro con Manuel Bandera y va para adelante. Se hará realidad en febrero.
¿Haces balance de las seis últimas décadas?
No. En la vida el balance lo hago a diario. Y las cosas que he hecho antes, buenas, malas, torcidas o derechas, salvo que sean de una trascendencia muy grande, no dejan mucho peso en mi vida.
¿Te arrepientes de esas cosas torcidas?
Para nada. Si algo no he sido en esta vida ha sido víctima. Todo lo que he hecho lo he hecho porque he querido. Con lo cual he hecho cosas buenas y malas. Soy una persona…
¿Consecuente?
Esa es la palabra. Consecuente. No es que me sienta feliz, ni satisfecha por ellas. Pero no lo hice por causalidad ni porque me engañaran, sino porque yo quise o porque estaba enamorada. Y ahí no existen excusas, había un propósito y un propósito, si me apuras, es egoísta. Como el amor: el amor siempre tiene un componente egoísta, quiero a esta persona y la quiero para mí.
¿Tu amor ahora dónde está?
El amor está en Hope. Depositado aquí [señalándose su regazo donde se esconde la perrita]. En mi caballito de Troya.
Pero no es el amor de un hombre. ¿Lo echas de menos?
No lo echo de menos. Amé mucho y con muchas ganas y a mucha gente. Con locura. Soy afortunada. Hay quien no ama ni una vez en su vida. Y al límite, siempre amé al límite. Era un modo de querer. La pasión no es algo que tú eliges, está en tu carácter, en tu ADN. Lo mismo que te dan a luz con los ojos verdes, te dan a luz pasional. La pasión tiene una naturaleza parecida a las fobias: no las puedes racionalizar. Sientes miedo de una cucaracha y no de un tigre. ¿Por qué? No lo sé, pero es así. La pasión me ha hecho vivir el amor a una altura que se saldría de un gráfico. Hoy día, si quisiera amar de esa manera ya no me saldría. Y yo, para no vivirlo igual, prefiero no vivirlo. No me gustan los sucedáneos.
¿Y te ha hecho daño vivir así?
 He derramado muchas lágrimas con todos mis amantes y a todos los he querido hasta reventar.  No todas las relaciones tienen los mismos componentes, pero en todas he amado y sufrido. Porque el amor duele. Es maravilloso, pero duele. Y negarse al dolor es negarse a la vida. La gente que se niega a amar es como la que se niega a salir a la calle. Si me quedara en mi casa no me pasaría nada malo, pero sería una mujer muerta.
¿Y si hubiera un señor contigo en casa?
Yo no me llevo a ningún señor a casa. Y si lo hubiera, Hope es lo primero, lo segundo soy yo, y lo que venga lo tercero. Ten en cuenta que todos los muertos, todos los vivos, todos los seres queridos que ya no están conmigo viven dentro de mi perra. Mi padre, mi madre y también mis novios.
¿Te da miedo volverte a enamorar?
No hay nada peor que el miedo y el rencor. Son dos cosas que no puedo llevar en mi mochila, que ya me pesa mucho la vida por los años y otras cosas.

Bibiana Fernández y Asdrúbal
Gtres

 

Tú en el amor has sido de arriesgar mucho.
En el amor y en todo lo demás. No es que a mí me guste el riesgo, es que lo acepto como parte de la vida. Ahora mis energías las invierto a corto plazo. En eso me he hecho mayor, adulta.
En lo laboral, en los últimos tiempos te has centrado en el teatro...
Soy muy teatrera. Me tendría que salir algo muy gordo de otra cosa para que prescindiera del teatro. El teatro tiene una inmediatez que eso no es comparable con nada. En televisión tienes la popularidad. Te cuelas en la casa de la gente. Quieras o no, terminas allí, eres una más de la familia porque te ven con frecuencia. De hecho, cuando haces teatro la gente se cree que estás parada.
Y el cine, ¿has partido peras con él?
Mi relación con el cine ha sido esporádica, amable, casi siempre con amigos. El teatro me gusta más. Me encantaría envejecer haciendo teatro porque hay papeles para hacer a cualquier edad. Puedes ser la prima, la tía buena, la abuela o la fea.
Cada mañana cuelgas en las redes sociales fotos de flores, ¿cómo es eso?
Doy los buenos días con flores, que es una manera de dar las gracias a la vida de la manera más agradable posible. En mi opinión, cada día es un volver a empezar, un punto de partida. También hago fotografías de Madrid porque es una ciudad que amo. Redescubro sus cielos, sus texturas. Si hago viajes, si voy a fiestas también cuelgo las fotos porque forman parte de mi vida. Es como una necesidad.
Últimamente, también cuelgas en las redes sociales fotos antiguas de tu álbum personal. ¿Te estás poniendo nostálgica a los 60?
¿Nostálgica? ¡Y un pimiento! Tengo tantas cosas por hacer que no tengo tiempo de recrearme en el pasado.Pongo fotos de archivo, cosas de antes, porque así la gente joven, que no tiene otra referencia de mí, me descubre.
¿Lo tuyo es tranquilidad o resignación?
Este es el momento más tranquilo de mi vida porque mi vida se centra totalmente en mí. Eso hace que la vida se haya reducido, se haya hecho más pequeña, claro, pero así hasta las angustias también son menos.