Eran solo unos niños. Menores que anoche lo único que ansiaban era ver en Manchester a su ídolo y comprobar de primera mano si la portentosa voz de Ariana Grande sonaba igual en directo que en iTunes. Pero, en lugar de eso, se toparon con el terror, el caos y hasta la muerte. La artista, completamente sobrepasada por lo sucedido, solo ha sabido lamentarlo. Como si ella hubiera tenido alguna culpa.
“Desde lo más profundo de mi corazón, lo siento tantísimo. No tengo palabras”, ha escrito esta misma madrugada. El terrorista hizo estallar la bomba en la entrada del estadio, cuando el show había acabado, para hacer el mayor daño posible. Cuando salía todo el mundo. Gritos, llantos y confusión. Padres que no daban con sus hijas, adolescentes con orejas de conejo, uno de los símbolos de Grande, tapadas con mantas isotérmicas. Desconsolación pura. El pop, por primera vez, dejaba de ser el refugio alegre y superficial en el que a todos nos gusta refugiarnos para volverse triste, amargo.
Las palabras en inglés de Ariana “I’m so so sorry”, pueden sonar a pedir disculpas, como si la antaño estrella de Nickelodeon (un canal infantil) sintiera que, en parte, ha sido su responsabilidad. Por supuesto que no lo ha sido. Ella solo es culpable de ser una artista y de hacer lo que mejor se le da, entretener. De intentar hacer un poco más colorista este mundo que se vuelve más aciago y oscuro. De atacar con optimismo al miedo, que es lo único que muchos entienden.
Pero que continúen. Nosotros, mientras, seguiremos saliendo. Seguiremos disfrutando. Seguiremos bailando. Seguiremos viviendo. Seguiremos sin miedo. Por mucho que traten de impedírnoslo.
El representante de Ariana ha anunciado que la joven artista, de solo 23 años, ha cancelado su gira. En pocas semanas, Grande visitaría España, pero, dada la tragedia vivida, este show no tendrá lugar.