Era un fotógrafo que, como en un sueño, tenía bajo el objetivo de su cámara y también bajo sus sábanas de satén dorado a Keyra Knightly quien, a la mañana siguiente, tras un amor fugaz, desaparecía de su cama 'a lomos' de una moto dejando su almohada impregnada de perfume. Así, el mundo entero reparó en Alberto Amman, un guapísimo actor hispano argentino que llegaba al cine de la mano de un anuncio de un perfume de Chanel. Ahora volverá a meterse en el hogar de los telespectadores aunque en un papel muy distinto y también, menos glamouroso. Es el protagonista de 'Apaches', la serie de A3 que se basa en la novela homónima de Miguel Sáez Carral, una especie de Robin Hood contemporáneo, un hombre que aún habiendo intentado despojarse del barrio y comenzar una vida mejor, tiene que volver a sus raíces tras ver cómo su padre es objeto de amenazas, sobornos y traiciones. De un pasado no tan distinto, el actor habló con Lecturas.

¿Cómo te has visto en la serie Alberto?
Solo he podido ver el primer capítulo. Creo que al principio del rodaje me odiaba bastante. Pero con el tiempo voy ganando un poco más de deportividad: “aquí debería haber hecho esto, lo otro lo podría haber mejorado de tal forma...”. Y ya en el segundo visionado me dejo llevar por la historia. Lo hablamos mucho con los compañeros, lo primero que ves es egocéntrico: te ves a ti para criticarte.

¿Eres muy exigente contigo mismo?
Sí, bastante. Sobre todo en el proceso de preparación, de construcción y del rodaje. Cuando me veo no. Si me enojo conmigo, ese, el de la elaboración es el momento idóneo. Si no me gusta cuando me veo no me machaco.

¿Has buscado puntos en común del personaje contigo?
Siempre los busco. Creo que a veces un poco inconscientemente. Siempre hay algo mío que se une y reconozco algo del personaje en mí.

O sea, que eres chico de barrio...
Sí. Cuando volvimos a Argentina en el 82 –he pasado por infinitas casas porque nos hemos mudado siete u ocho veces– y cuando estuve en Córdoba (Argentina), me movía a mi primer barrio para juntarme con mis colegas y era bastante más complicado que los míos porque estaba cerca de una favela. En la plaza de aquel barrio había códigos y problemas de barrio.

¿Regresaste solo a España?
Solo. Sí. Mis padres vivían en Córdoba y al año se mudaron a Buenos Aires.

¿Por qué decidiste ser actor? ¿Te viene por genes?
Mis padres eran profesores de literatura moderna y periodistas. Creo que en la primaria derivé a una escuela que tenía como actividades extraescolares teatro y música y ahí supe que era lo que me gustaba. Después, me desentendí de aquello. Pero, un día pasando por el mítico cine 'Angel y Azul' de Córdoba vi un cartel para un casting de un cortometraje y decidí ir... Entonces, estaba estudiando guitarra clásica en el conservatorio. Lo hice y y ese proceso me enamoró. Me inscribí en un taller de teatro y estudié el curso regular de tres años y ya me vine a España.

Sería duro...
Mis padres me dieron todos los ahorros que tenían que eran 2.000 euros y con eso me vine, cuando sacamos el billete, sólo me quedaron 1.000 euros y con ese dinero llegué a España. Me alojaron amigos de la familia y me fui un poco buscando la vida. 

¿Qué tuviste que hacer?
Tenía que recuperar el dinero del pasaje y los 1.000 euros que me dieron como sea. Daba igual que trabajo tuviese que realizar, a veces tuve que trabajar en negro. Entonces trabaje en verano, recupere ese dinero... Estuve recogiendo mesas por cuatro euros al día y me quedaron 200 euros al final del verano. Y entonces, decide quedarme.

¿Cuál fue tu primer trabajo?
Fue en la serie ‘En plan América’, donde conseguí un papel secundario, aunque la levantaron en el segundo capítulo e inmediatamente en la película ‘Celda’.

¿Cómo se tomaron todo esto tus padres?
Pues imagínate, soy el hijo único… mis padres me verán como el bebé toda la vida.

¿Cuál ha sido el apoyo más fuerte que has tenido?

El de mi familia mis padres, mi primos, mis amigos y la familia que tengo en España, que es adoptada, siempre me han alojado, me han dado de comer…

Y tu chica...

Ella... Sí. Llevo unos cuatro años y medio, ella me apoya muchísimo, conoce este mundo, es profesora de actores.

¿Qué te gusta de España?

Llegue aquí con dos meses. Aprendí a caminar y a hablar aquí. Cuando llegue a Argentina me llamaban 'el Galleguito' con 4 años. Se reían de mí mis primos y mis abuelos incluso. Cuando volví en el 2005 a Madrid tenía una sensación muy clara de estar en casa... Y me he quedado en España porque una parte de mi corazón, mis amistades y mis proyectos están aquí.

Con Eloy (Azorín)... parecéis hermanos...
Las condiciones en la televisión son duras: la tensión es mucho mayor, de repente hay pocas tomas por plano y como no aciertes a la primera o te trabes en un mal día, eso va frustrando un poco y si no tienes un equipo de compañeros con el que llevarte bien puede ser un infierno.

Te quedan unos días de rodaje. Luego ¿qué harás?
Sí, hasta más o menos el 26 de septiembre. Luego me voy a Colombia a la segunda temporada de la serie 'Narcos' que se ha estrenado ahora. He firmado por tres temporadas.

Tu entrada a la tele llega por todo lo alto con una serie en prime time en España y 'Narcos'... ¿Estás cogiendo gustillo a la tele?
Por suerte, tengo una cafetería con dos socios en Madrid para que no me falte la comida (risas).

Meterte en el hogar de millones de personas cada semana puede pasar facturas a los actores... Ya sabes, los fans, los papparazzi...
Ahora mismo no me preocupa. No sé si no tengo mucha conciencia de eso. Sí lo sé por Miguel Angel Silvestre que lo pasó mal en algunos momentos. Tratas de aprender de la experiencia de los compañeros. Pero creo que uno ya pasa una franja y creo que el mundo adolescente no se fijará en mí porque ahora tengo el pelo teñido aunque ya lo tengo blanco (risas).

Pero tienes una cara de bueno... Un yerno perfecto... Pero. ¿Qué lado malo tiene Alberto?
Yo tengo mi maldad como cualquier persona. Todos tenemos esos condimentos y en el mejor de los casos hemos regado más unos aspectos más positivos que otros y eso se lo agradecemos a las amistades. Pero por supuesto tengo mi parte mala entre comillas.